No puede ver el mar la solitaria e melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientes; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; de estas quiebras aceradas y abruptas de las montañas; de estos mansos alcores y terreros, desde onde se divisa un caminito que va en zigzags hasta un riachuelo. Las auras marinas no llegan hasta estos poblados pardos, de casuchas deleznables, que tienen un bosquecito de chopos junto al ejido. Desde la ventanita de este sobrado, en lo alto de la casa, no se ve la extención azul y vagorosa: se columbra allá en una colina una ermita con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el cielo límpido. Azorín
Castilla